En un escenario marcado por transformaciones globales y retos locales, la industria tucumana se encuentra en un momento clave para redefinir su futuro. Cuatro destacados socios de la Unión Industrial de Tucumán (UIT) —Horacio José Paz de Industrias Químicas y Mineras Timbó SA, Luis D’Andrea de Grupo MP, Ana Florencia Andriani de Metalar SA, y Javier Riccio de La Martina SRL— compartieron sus reflexiones sobre la coyuntura del sector, las estrategias para fortalecer su competitividad y la visión estratégica hacia 2030.
Los industriales abordan la integración de innovación tecnológica y sostenibilidad, la relevancia de alianzas estratégicas y la necesidad de una hoja de ruta que convierta los desafíos actuales en oportunidades de crecimiento.
Mirando hacia el futuro, los referentes coinciden en la necesidad de una estrategia de largo plazo que posicione a la industria tucumana en el escenario global. Paz, de Timbó SA, subraya las oportunidades que trae la apertura económica: “La industria siempre se caracterizó por una visión de largo plazo. La apertura económica genera amenazas evidentes pero también oportunidades por el acceso a nuevos mercados. Es vital una mejora en la infraestructura y en las comunicaciones que abarate los inmensos costos logísticos que tenemos”. De acuerdo a su postura, el desafío está en "descubrir esos nuevos mercados y trabajar en pos de ellos”.
Luis D’Andrea, de Grupo MP, propone una visión integral basada en cinco pilares: “Argentina necesita una estrategia industrial que combine mirada de largo plazo, competitividad sistémica e inclusión social. La visión 2030 debería contemplar al menos cinco ejes: productividad basada en conocimiento (digitalización, datos, automatización, inteligencia artificial aplicada a procesos industriales y agrícolas); desarrollo federal (fortalecer polos productivos regionales, con infraestructura, energía y conectividad adecuados); sostenibilidad como ventaja (estándares ambientales y sociales que abran mercados internacionales); capital humano como motor (educación técnica, formación dual y liderazgo transformador); y reglas previsibles e incentivos a la inversión”. D’Andrea aboga por un pacto tripartito entre el sector público, privado y académico para consolidar el rol de la industria como motor de empleo y desarrollo territorial.
Andriani, de Metalar SA, destaca la importancia de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como guía: “Es muy importante no dejar de contemplar los ODS como guías, el mundo tiene los ojos en la sustentabilidad, debemos pensar en ella no como un concepto ambiental sino más macro. Que con mejores prácticas podamos tener mejores y más empresas competitivas”. Su enfoque subraya la necesidad de adoptar prácticas sostenibles que refuercen la competitividad global.
Javier Riccio, de La Martina SRL, apuesta por el valor agregado y la digitalización: “Creo que para el 2030, la industria argentina —especialmente la nacional y la tucumana— debería enfocarse principalmente en tres aspectos: el valor agregado, la digitalización y la economía circular. Estos tres elementos están profundamente conectados entre sí y con los desafíos actuales del sector”. Riccio sostiene que la competencia por precio es inviable debido a los altos costos locales, pero “sí podemos diferenciarnos a través de la calidad, la trazabilidad y las certificaciones”. Propone un clúster regional que integre empresas, Estado y universidades para transformar los desafíos en oportunidades globales.
La colaboración entre pymes y grandes empresas se perfila como una estrategia clave para enfrentar la competencia global. Paz destaca el impacto de integrar a las pymes en las cadenas de valor: “En primer lugar es vital una política que integre a las PYMES con las grandes empresas. Una forma es incorporándolos en la cadena de valor, como proveedores. Esto genera un efecto multiplicador de la actividad industrial. Produce polos productivos que constituyen círculos virtuosos ya que permite reducir costos (ej. logísticos, de escala, etc.) al mismo tiempo que se genera valor en la localidad o región”. Este enfoque fomenta el desarrollo económico local y fortalece la competitividad sistémica.
En tanto, D’Andrea enfatiza la creación de ecosistemas colaborativos: “Las grandes empresas pueden ser plataformas de desarrollo para pymes innovadoras, facilitando acceso a mercados, transferencia tecnológica y estándares de calidad internacionales. Y las pymes, por su agilidad, flexibilidad y cercanía al territorio, pueden aportar soluciones específicas y acelerar procesos de transformación en las grandes compañías”. Para él, el co-diseño de cadenas de valor exportables requiere confianza y una visión compartida de largo plazo.
Por su parte, Andriani aboga por revitalizar las cadenas de valor "para optimizar nuestros recursos apuntando a ser más competitivos. Hoy hay que analizar cada actividad con detenimiento para que se puedan brindar soluciones a medida a cada sector y así tener cadenas productivas más sustentables y económicamente rentables”. Su visión resalta la importancia de soluciones personalizadas para cada sector productivo.
Riccio subraya el potencial de los clústeres regionales: “Creo que una PyME aporta agilidad e innovación, mientras que una gran empresa aporta escala y financiamiento, lo que muchas veces abre la puerta a nuevos mercados. En este contexto, la asociación o alianza entre PyMEs y grandes empresas es fundamental”. Como ejemplo, cita el caso de una empresa citrícola que delega la cosecha a una pyme especializada, permitiendo que la gran empresa se enfoque en productos de mayor valor agregado, como el jugo de limón, en un esquema de complementariedad eficiente.
La integración de tecnología y sostenibilidad es un pilar fundamental para reposicionar a la industria tucumana en el escenario global. Ante ello, Paz destaca la eficiencia como clave: “En primer lugar invirtiendo en bienes de capital. Incorporando nuevas tecnologías y prácticas industriales acordes a los estándares de clase mundial. La eficiencia genera un ahorro de recursos lo que impacta positivamente en la sostenibilidad”. Esta visión conecta la adopción de tecnología con la reducción del impacto ambiental.
D’Andrea propone un enfoque transversal "y no solo como una cuestión tecnológica. La industria argentina tiene un potencial enorme para innovar desde el diseño de sus procesos, la eficiencia energética, la digitalización del conocimiento operativo y la trazabilidad de productos, hasta la implementación de tecnologías limpias adaptadas al contexto local”. Desde su experiencia, destaca que “integrar soluciones de automatización, inteligencia de datos y energías renovables en procesos industriales tradicionales nos permitió no solo mejorar costos y calidad, sino también reducir nuestra huella ambiental. La sostenibilidad deja de ser un costo cuando se transforma en un vector de competitividad”. Sin embargo, advierte que esto requiere condiciones macroeconómicas estables y políticas públicas que incentiven la inversión.
Adaptación tecnológica
Al respecto, Andriani subraya la omnipresencia de la tecnología: “Hoy las nuevas tecnologías nos atraviesan en todas nuestras actividades. Tanto personales como industriales. Debemos estar preparados para hacer el correcto uso de las mismas para potenciar nuestros trabajos y entender que ya son una realidad del día a día. Son herramientas que están en nuestro análisis crítico para sacar lo mejor de ellas con el objetivo de ser más competitivos”. Su enfoque pragmático resalta la necesidad de adaptar las herramientas tecnológicas al contexto local.
Riccio pone el foco en ejemplos concretos del sector agroindustrial: “Creo que una de las claves está en el uso de la tecnología, ya que nos permite trabajar con mayor eficiencia y de forma más limpia, por decirlo así. Por ejemplo, en Tucumán ya vemos cómo los ingenios y la industria citrícola utilizan la biomasa para generar energía. Además, los residuos de la citricultura se transforman en insumos para exportación”. Para él, este enfoque no solo reduce costos, sino que posiciona a las empresas en mercados que valoran la sostenibilidad.
Las reflexiones de los industriales de la provincia convergen en un mensaje claro: la industria tucumana debe abrazar la innovación, la sostenibilidad y la colaboración para transformar los desafíos en oportunidades. Con una visión estratégica que combina tecnología, alianzas y un enfoque federal, el sector tiene el potencial de consolidarse como un motor de desarrollo económico, social y ambiental. Hacia 2030, Tucumán puede posicionarse como un referente en la producción sostenible y competitiva, siempre que se construyan alianzas sólidas y se apueste por una integración efectiva entre empresas, Estado y academia.